domingo, 19 de octubre de 2008

Sábados improvisados.

Sucede que las tardes
comienzan
con un póquer.

Y luego derivan en noches,
fútbol,
documentales, mónologos.

Abrimos, luego,
los ojos a la ciudad
con algunas copas encima.

Discurrimos por las calles,
los locales
de siempre.

Aunque, al final,
siempre encontramos
nostalgia de otros tiempos.

Y pasa la noche,
de un lugar a otro
más concurrido.

Pero el desenlace
ya lo conocemos.
Tiene nombre.

Nos lleva hasta
las seis
recogernos.

Cuando lo hacemos,
ya hemos saciado
nuestra rutinaria

dosis
de ignorante
conspiración.

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