Sucede que las tardes
comienzan
con un póquer.
Y luego derivan en noches,
fútbol,
documentales, mónologos.
Abrimos, luego,
los ojos a la ciudad
con algunas copas encima.
Discurrimos por las calles,
los locales
de siempre.
Aunque, al final,
siempre encontramos
nostalgia de otros tiempos.
Y pasa la noche,
de un lugar a otro
más concurrido.
Pero el desenlace
ya lo conocemos.
Tiene nombre.
Nos lleva hasta
las seis
recogernos.
Cuando lo hacemos,
ya hemos saciado
nuestra rutinaria
dosis
de ignorante
conspiración.
domingo, 19 de octubre de 2008
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