La última noche en el D. F.
es inútil lamentarse.
Ha pasado volando
esta loca Semana Santa.
En la quince cero cuatro
del Sheraton
no ocurrió
todo lo que tenía que ocurrir.
Ni en la diecinueve cero cinco
la alegría desbordó
a las luces
del Sábado de Gloria.
Todo pasó volando,
es inútil lamentarse
porque en Polanco
no se haya visto luna llena.
Quedan recuerdos de Puebla,
Xochimilco a lo “Venice”,
pirámides en Teotihuacán
y tantos otros lugares...
Es inútil lamentarse
por no haber disfrutado
todos y cada uno
de los momentos.
Siempre quedará la sensación
de que quedaron cosas por hacer,
lugares por visitar
o palabras por decir.
¿Cuando podré volver
a México para enmendar
el tiempo y las acciones
desperdiciados?
Nunca.
Nunca.
El tiempo es inexorable.
Las acciones, fugaces.
Así que,
la última noche
en el D.F.
es inútil lamentarse.
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