miércoles, 27 de enero de 2010

Perro amarillo [I]: Higiene diaria.

Llevas cuatro meses jodiéndome desde el silencio
y ahora me obligas a comenzar algo que no sé
muy bien
cómo acabar.

Sonaba "cursing concrete" cuando has abierto el grifo
y ha estallado sobre la melodía
el torrente de agua
en el lavabo.
Tenías que lavarte las manos.

Tenías que lavarte las manos
porque te lavas las manos unos diez millones de veces
al día
por fobia a que se acerquen tus amigos y te digan
algo así
como
"¡eh!, llevas las manos sucias".

Es tu manía. Tu manía que te está
destrozando la piel
y abriéndote heridas
y oxidados callos
como cortafuegos,
cosa que te da igual porque es el precio que se paga
por tener las manos limpias, muy limpias.

Hoy, antes de secarte, has decidido que sería una buena idea
lavarte también la cara.
No estaría bien que ese tipo que te gusta y
es hijo de tu casero
viniese un día a cobrar el alquiler
y te escupiese
"¡eh, menuda cara más sucia!"

En cambio, te da cierto miedo el precio que hay que pagar]
por tener la cara limpia
y no sabes muy bien si merece la pena que la piel
se te desatornille poco a poco
entre los rayos de luz
de las mañanas.

Me has preguntado por este nuevo rito
y,
no sé,
supongo que nos volvemos más idiotas
según crecemos.

No hay comentarios: